A continuación en el marco de nuestra sección “Libros” compartimos “Patología General de la Evaluación Educativa” de Miguel Ángel Santos Guerra que repasa los principales problemas que existen a la hora de planificar, desarrollar, retroalimenta y revisar un proceso evaluativo, para posteriormente compartir un breve análisis en torno a lo que consideramos son dos de las más grandes patologías educativas presentes en nuestro sistema, así como las posibles consecuencias para el proceso de enseñanza – aprendizaje.
Artículo:
Síntesis del libro:
Las dos patologías seleccionadas son: que el estudiante es el único evaluado y de que sólo se evalúa el resultado.
Al respecto del tema de que sólo el estudiante se evalúa, es importante señalar que resulta clave para la mejora de los procesos de enseñanza – aprendizaje que existan también otras instancias de evaluación como por ejemplo las externas para poder visualizar si los aprendizajes de los estudiantes están acordes a un nivele estándar o una evaluación sobre el propio docente para revisar si sus procesos de enseñanza son efectivos. Esto es importante ya que se suele depositar toda la responsabilidad de los resultados de la evaluación en las capacidades comprensivas y de estudio de los alumnos, dejando de lado otras variables como la forma de enseñar del docente o los ritmos de aprendizaje y formas de aprender que poseen los estudiantes.
Dentro de las consecuencias pedagógicas que esto conlleva es que la evaluación suele ser arbitraria ya que son los criterios de evaluación del docente lo que se imponen, muchos de los cuales a veces no están socializados a los estudiantes lo que hace del proceso evaluativo una incertidumbre a los estudiantes, o que simplemente se les asigna una calificación sin saber realmente el significado de la misma, lo que genera que los estudiantes al margen de su nota, no sepan en que elementos fallaron y cuáles son las potencialidades que poseen.
La segunda patología en el ámbito de la evaluación es como señala Santos Guerra, que es sólo evaluar los resultados de un proceso formativo. El autor señala que esta forma de evaluar es incompleta, ya que sólo los resultados del proceso no indican o dan cuenta de todas las acciones realizadas para llegar a esos resultados y que también son relevantes.
Al respecto de esta patología creo que presentan al menos dos miradas, ya sea desde el punto de vista del aprendizaje del estudiante o de la enseñanza del docente.
Si se mira desde el punto de vista del docente, el evaluar solamente el resultado del aprendizaje del estudiante, no permite tener una mirada integral de todos los elementos que componen el proceso educativo. En el proceso de enseñanza hay otra serie de elementos que influyen tremendamente en el aprendizaje y en la enseñanza y que quedan fuera con esta mirada parcial, como por ejemplo las creencias educativas del docente, las orientaciones ministeriales o metodológicas del establecimiento educativo, los recursos e infraestructura disponible, los ritmos y formas de aprender de los estudiantes, el avance curricular en base a la planificación, etc. Esto indica que el proceso educativo se ve influenciado por una serie de factores que él sólo resultado no da cuenta (por sólo menos de los factores que están dentro del aula) y que necesariamente para mejorar el proceso se deben evaluar en diferentes momentos y modalidades. En este sentido, por ejemplo si sólo el docente evaluara sólo los resultados de una prueba del estudiante en función de determinar lo que es aprendió o no con la mirada de la aprobación/reprobación, no podría abordar otras realidades que son claves en el proceso de enseñanza, como por ejemplo su propia metodología, ritmos, actividades y otra serie de elementos que provienen del propio docente y que la evaluación de resultados, a priori, no facilita información directa y que ciertamente si se evaluará el proceso, y no solo del estudiante, sino del mismo docente, podría mejorarse a modo de obtener incluso mejores resultados finales.
Si se mira desde el punto de vista del estudiante, el evaluar solamente el resultado, implica evaluar el fin del proceso evaluativo, dejando fuera el proceso que llevó a eso resultado. En este sentido, y luego del asentamiento de las miradas cognitivas, se posee claro consenso en educación, de que el proceso es tan importante como el resultado y que muchas veces el propio resultado, a la luz del proceso, no alcanza a dar cuenta de que, como y cuanto fue capaz de aprender un estudiante. Cualquier proceso educativo debe dar cuenta de cómo el estudiante fue aprendiendo y en qué cantidad lo hizo, elementos que requieren un seguimiento dado que se pueden potenciar sobre la marcha del proceso y no sólo frente a los resultados entendidos como la evaluación del final de un proceso.
En esta lógica el resultado es el fruto del proceso educativo desarrollado, por ende es consecuente evaluar también el proceso, dado que el proceso es lo que conduce en parte al resultado que se está evaluando, lo cual pedagógicamente posee la importancia de poder apoyar a un estudiante si durante este proceso está teniendo dificultades, sin embargo si sólo se evalúa el resultado, se le podrá certificar o no, pero no se habrá tenido la oportunidad de orientarlo en un momento en que cierto apoyo lo podría haber llevado a mejores resultados. Esta idea se puede fundamentar en la síntesis de contenidos de la unidad 3, en la cual se señala que si se quieren mejorar los aprendizajes “se debe implementar la evaluación formativa, pues cuando se evalúan resultados, el proceso ya terminó, o al menos la parte del proceso que se está evaluando, por lo que no tendría ningún sentido tomar decisiones desfasadas en el tiempo” (pág. 3 y 4)
Además, la evaluación del resultado en la mayoría de las ocasiones se centra básicamente en indicadores observables con lo cual se suele caer en la reproducción de información como manera para determinar el grado de aprendizaje del estudiante, lo cual deja de lado elementos claves en la educación del siglo XXI como lo son las habilidades y las actitudes que obviamente son más pertinentes de evaluar durante el proceso educativo, o con otros instrumentos distintos (sobre todo en el caso de las actitudes) a las evaluaciones de síntesis que suelen ser el instrumento por excelencia de las evaluaciones que se preocupan más por el resultado final del proceso.
De esta forma y ya sea si el problema de evaluar los resultados se mira desde la perspectiva del docente o del estudiante, lo cierto es que genera una mirada parcial en la cual no se está cumpliendo la premisa más importante del proceso: formar, ya que la evaluación de resultados que busca certificar, no entrega instancias para poder formar a los estudiantes cuando se aprecian sus errores, sino que al contrario, es una última instancia en donde el estudiante y docente se dan cuenta mutuamente de los errores del proceso, en una instancia en donde ya no se pueden subsanar.
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